La masonería es una orden iniciática. Parece casi innecesario decirlo, pero de vez en cuando conviene recordar los fundamentos que sostienen los sofisticados edificios que elevamos. Y si esta orden es iniciática ello implica, necesariamente, que el modo por el cual transmite sus enseñanzas es a través de símbolos y leyendas que se vivifican en el ritual, cuya práctica es el más preciado tesoro que guarda la hermandad de los Hijos de la Viuda.
Así, ante el ojo del corazón del iniciado, desfilan y se acercan figuras de toda índole, cuyo fin último es fecundar el alma de aquel que no las rehúye ni teme. Escuadras, compases, granadas, acacias… y criaturas animales. He aquí donde nos gustaría poner el acento en este pequeño texto así como en el libro al que nos hemos consagrado desde hace algunos meses. Ello nos ha supuesto una oportunidad preciosa para sumergirnos en las formas del lenguaje sagrado tradicional, del cual la masonería es deudora.

Las figuras animales que la orden guarda, como cualquier otro elemento verdaderamente simbólico integrado en sus ritos y elementos ceremoniales, son de una gran antigüedad y conservan un legado cuyo valor resulta incalculable. Cabe señalar bien esto: esos símbolos no los ha creado la Masonería, sino que ésta los ha recibido y los ha dotado de nuevas capas de significado sin alterar lo esencial que hay en ellos. Por lo tanto, a la orden masónica le han sido transmitidos ciertos símbolos, algunos de ellos de tipo animal, y ésta los ha puesto en funcionamiento en su contexto particular. Esto es una bendición y también una responsabilidad enorme. Así pues, el estudio de esos símbolos se nos presenta como algo fundamental. Nuestro anhelo es dar la visibilidad suficiente a esas criaturas para que, después, en los ritos, las prácticas, las leyendas y costumbres gocen de la mejor salud posible para quien los recibe.
Ciertamente, esas figuras animales no son juguetes para el sofisticado divertimento de los eruditos ni para solaz de los curiosos que saltan de una cosa a otra sólo por el mero hecho de satisfacer estímulos y afanes superficiales. Tampoco son piezas de museo destinadas a engrosar catálogos estilístico-descriptivos o a sustentar discursos ideológicos pasajeros. Por el contrario, estas figuras animales pertenecen a un mundo cuya memoria se ha perdido casi por completo, aunque su anhelo permanece latente.
En la masonería esa memoria aún no ha desaparecido, pero debemos protegerla de los influjos profanos que quieren ver en estos temas un mero ejemplo de eso que llamamos cultura, sea lo que sea hoy esa palabra. Digámoslo claramente. No es cultura sino conocimiento lo que buscamos. Y tenemos la firme convicción de que tal conocimiento se encuentra en las fuentes tradicionales. Sólo de ellas se puede beber el agua que de verdad calma la sed de nuestra alma, de esa realidad inmaterial de la cual hablan todas las criaturas.
Así es aunque asombre, pero es la verdad: todas las criaturas del mundo, en especial los animales, hablan del alma humana. De ahí la importancia de revisitar los antiguos bestiarios y abordarlos desde la visión masónica, para la cual, como decíamos, tales criaturas no son en absoluto desconocidas: el fénix, la abeja o el pelícano son sólo un puñado de ejemplos que nos permitirían comenzar a volar hasta esas fuentes sagradas a las que nos referíamos.

El masón no desconoce que el alma deviene escenario –a veces incluso campo de batalla– para la acción de virtudes y vicios, cualidades éticas que toman forma de un animal u otro según la necesidad. Así lo hemos visto a través de leyendas, fábulas y mitos. Materiales que, bajo una visión moral y también mística, han sido recogidos por los bestiarios del medievo, nuestra principal fuente para la confección del trabajo que, si el G.A.D.U. lo quiere, estará disponible en primavera.
Esos textos medievales, aunque sorprenda, son científicos; pero no a la manera moderna-profana. Para las sociedades tradicionales la ciencia es el camino que conduce con claridad hacia el conocimiento verdadero, firme y seguro. Un conocimiento de la Naturaleza, ciertamente, pero sin olvidar nada… sin olvidarnos. La ciencia de los antiguos busca sobre todo para conocernos a nosotros mismos y, en última instancia, conocer a Dios. Todo está engarzado, el universo es un mapa inmenso de correspondencias entre lo pequeño y lo grande, lo interior y lo exterior. El bestiario del Gran Arquitecto invita a mirar admirando esos engarces sagrados.
En este trabajo nos guían aquellos que de verdad fueron conocedores, ellos son nuestra inspiración. Confesamos, sin embargo, tener una especial predilección por la intelectualidad de la Baja Edad Media. Como muestra admirable traemos a colación al filósofo y teólogo Alain de Lille (c. 1128-1203) quien escribió brillantes obras alegóricas donde personificaciones de la Naturaleza y la Virtud enseñan sobre el orden moral y cósmico. En uno de sus más célebres poemas este sabio nos recordaba que “toda criatura del mundo, cual libro y cual pintura, es para nosotros un espejo: fiel signo de nuestra vida, de nuestra muerte, de nuestro destino y condición”. ¡Cuán fascinante resulta el estudio de la Naturaleza si lo hacemos bajo esta mirada!

Pero ¿por qué hacer un libro sobre animales y no sobre plantas o piedras? ¿No son también estos elementos partes de la naturaleza que, además, gozan de muchos sentidos simbólicos? Así es, estos otros reinos también merecen consideración y estudio profundo y, lo anunciamos, estamos ya trabajando en ello. Sin embargo en los animales hemos visto una cierta prioridad. Nos da la sensación, desde que somos niños, que tienen una presencia privilegiada en los escenarios de nuestra alma, quizá porque ellos gozan de un íntimo vínculo con los seres humanos desde el principio del mundo. No en vano Adam dio nombre a los animales; así nos lo recuerda el texto del Génesis.
La más antigua Masonería, por cierto, no fue ajena a esta certeza ni a los mitos que la acercan a quienes tienen oídos. Nos sentimos felices de peregrinar en este camino de búsqueda y de compartirla con todos los que aman estos temas. Hasta que aparezcan nuevos libros, nos tomamos la libertad de recordar a los lectores de esta revista que en nuestro canal de YouTube @Simbologo acercamos estas cuestiones que venimos estudiando desde hace 20 años. Quienes deseen profundizar aún más en este trabajo, pueden encontrar información sobre El bestiario del Gran Arquitecto, actualmente disponible en preventa a través de la plataforma de micromecenazgo Verkami (https://vkm.is/elbestiario) Estaremos muy contentos de encontrarnos también en esas regiones digitales, espacios en los que la Tradición ha encontrado igualmente modos de expresión. ¡Qué el Espíritu siga soplando donde quiera!
V.H. Jorge Rodríguez Ariza
D.G.M. de la G.L.P. de Cataluña
